La importancia del duelo en las personas mayores

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El duelo es un vínculo conflictivo y su proceso es doloroso. Se trata de un proceso que requiere de tiempo y, por tanto, no se puede pretender que se acorten los plazos para ahorrar el sufrimiento a quien lo padece. 

En el proceso del duelo influyen factores como los culturales, los sociales, los históricos, los religiosos y los afectivos. En la actualidad la muerte ya no forma parte de la vida como ocurría hasta hace no tanto y además ya no sucede tan frecuentemente en el domicilio como hasta hace unos años.

La psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, especializada en situaciones cercanas a la muerte y en cuidados paliativos, estableció 5 etapas del duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Sin embargo, en muchas ocasiones a las personas mayores se les priva de poder atravesar dichas fases por miedo a que pueda costarles la propia vida durante el proceso.

El duelo dependerá en cada caso de factores como el del tipo de pérdida sufrido, de la concepción que quien sufra la pérdida tenga sobre la muerte, de la edad del difunto, de la naturaleza de la muerte, de la relación que se haya tenido con el fallecido y de las creencias espirituales de quien ha de pasar el duelo.

La importancia de ayudar

El duelo es único para cada persona, por lo que no se deben seguir al pie de la letra experiencias previas que se hayan podido vivir en otros casos. Es un proceso en el que es la emoción del que sufre la que manda, por encima de la razón que se pueda aplicar a la situación.

Resulta fundamental no juzgar a quien atraviesa el duelo y tratar de ponerse en su lugar lo más posible, para que desde ese lugar se pueda conocer mejor lo que supone la pérdida y así acompañarlo de la mejor manera.

Muchas veces es conveniente repasar, con cuidado y dedicándole el tiempo necesario, la relación que han tenido en vida el fallecido y quien sufre el duelo. Es una magnífica oportunidad para revisar sus luces y sus sombras y que así se puedan extraer conclusiones positivas sobre el fallecido y sobre uno mismo, y que sirva también para desprenderse de posibles sensaciones de culpa que hayan podido quedar. Es una acción que generalmente aporta sosiego y perspectiva.

Si además quien sufre la muerte del ser querido lleva un largo tiempo precisando de cuidados por causa de una salud delicada o de una enfermedad, la situación suele agravarse por el cansancio acumulado. En estos casos, el duelo será más largo y la figura del cuidador profesional adquiere una importancia vital, con un reforzamiento de la atención, un mayor trabajo de activación del paciente y la planificación de actividades específicas para mantener con ilusión a quien padece el duelo. El establecimiento de nuevas metas, por pequeñas que estas sean, suele servir de gran ayuda.

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